martes, 27 de octubre de 2009

2009 - AÑO MUNDIAL DE LA ASTRONOMIA

Este año 2009 fue declarado “Año Mundial de la Astronomía”. Como Masones e impulsores de la búsqueda de la Verdad a través de la Razón, no podemos dejar de rendir nuestro homenaje a una de las ciencias que podríamos denominar como “cardinales” o fundacionales en el progreso de la Humanidad y una de las que mayores avances ha registrado en estos últimos cincuenta años.

El hombre –desde el principio de los tiempos- ha sentido una fascinación muy particular al elevar su vista al firmamento. Reflexionemos por un momento sobre la importancia que tiene y ha tenido el estudio del cosmos, de los cuerpos celestes y de sus movimientos en la historia del género humano.

Desde aquellas primitivas culturas paleo y neolíticas que -en los albores de la Humanidad- observaron los fenómenos astronómicos y organizaron sus costumbres agrícolas, religiosas, sociales y funerarias al compás de los movimientos aparentes del Sol, la Luna y de las constelaciones identificables en el firmamento; pasando por las diferentes culturas de la antigüedad (sumeria, egipcia, babilónica, griega, romana, árabe, azteca, maya, etc.) en las que a la deificación de los cuerpos celestes conocidos y la definición de los calendarios civiles, religiosos, productivos y de las festividades se sumó la evidente y fundamental necesidad de la guía proporcionada por el Sol y las estrellas para la orientación terrestre y marítima y la arquitectura, así como el estudio de la influencia aparente de los tránsitos astrales sobre las personas, originándose de esta forma la conjunción de la primitiva observación y el cálculo astronómicos con la astrología, que en esas culturas adquirieran rangos de ciencias sagradas y así fueran transmitidas entre generaciones.

La llegada del siglo XVI de la era cristiana trajo aparejada la revisión de los conceptos cosmológicos y astronómicos tradicionales e imperantes durante más de 1.500 años y la adopción de nuevas teorías que implicaron fundamentalmente el cambio –en los países de Europa- del paradigma aristotélico del geocentrismo por el modelo heliocéntrico copernicano y la inclusión definitiva de la experimentación en la investigación dando forma definitiva al método científico.

Las nuevas generaciones de estudiosos del Renacimiento integraron a la Astronomía en el concierto de las ciencias indispensables para los saberes de la época, haciéndola formar parte del quadrivium de los estudios superiores o universitarios; empezó también en aquellos años la progresiva separación entre la astronomía –ya encaminada como ciencia- y la astrología, aún cuando compartieran todavía la característica de ser igualmente perseguidas y denostadas por diferentes cultos religiosos.
Los avances científicos y tecnológicos producidos en los campos de la óptica y las matemáticas a lo largo de los siglos XVII y XVIII, produjeron el despegue definitivo y la caracterización de la Astronomía como ciencia autónoma, lográndose los mayores descubrimientos astrales y planetarios registrados desde la aparición del hombre.

Las contribuciones realizadas por los astrónomos a otras ciencias exactas y al conocimiento del macrocosmos y el origen del universo, rivalizaron en importancia con aquellas producidas por las ciencias biológicas en el conocimiento del microcosmos y de los orígenes de la vida.

Arribando a la segunda mitad del siglo XX, se produce –merced a una multitud de conocimientos (balística, electrónica, física, etc.)- el segundo y tal vez más conocido impulso de la astronomía que, gracias a la astronáutica y una multitud de ciencias afines y auxiliares, le permitió al ser humano por vez primera salir del planeta e iniciar el estudio directo de otros cuerpos planetarios y la instalación de dispositivos permanentes de estudio astronómico en el espacio exterior, con un salto cuali y cuantitativo en el volumen y complejidad de los conocimientos y teorías astronómicos que derivaron en la progresiva especialización de la Astronomía como ciencia madre en sus actuales ramificaciones, destacándose también la fundamentación de las diversas teorías sobre el origen y expansión del Universo entre los objetos de su estudio.

Hoy, como en el pasado, la Astronomía continúa concitando el interés y las expectativas no solo de los científicos sino también de amplias porciones de la población, que ven en su existencia y desarrollo una posible respuesta a los históricos interrogantes del género humano: ¿quiénes somos? ¿de dónde venimos? ¿hacia dónde vamos?

GALILEO GALILEI (1564 – 1642)
Este sucinto homenaje a la Astronomía no estaría completo sino reconociéramos también en él a la figura de uno de sus prohombres y cultores, como lo fuera el ilustre científico, matemático, físico y astrónomo toscano Galileo Galilei.

Nacido en Pisa en 1564, de padres burgueses, es inscripto por su padre en 1581 en la Universidad de Pisa para seguir estudios de Medicina. Lejos de las pretensiones paternas, Galileo se siente fundamentalmente atraído por las matemáticas y se convierte en un seguidor del pensamiento de Pitágoras, Platón y Arquímedes en oposición al aristotelismo. Sus observaciones -como estudiante- del movimiento del péndulo darán el puntapié inicial a la futura ciencia de la mecánica, a la que seguiría ligado hasta el fin de sus días. Su fuerte identificación con la filosofía humanista lo diferenciará también claramente de la pedagogía de su época y le granjeará numerosos contrarios en el mundo académico.

Sus múltiples intereses lo llevan a producir numerosas obras relacionadas con las matemáticas, la física, la mecánica, la geometría y la astronomía. En 1609, construye su primer telescopio en base a las indicaciones de Jacques Badovere y ese hecho constituye un hito en su vida ya que a partir de allí la astronomía se convertirá prácticamente en su dedicación exclusiva.

En 1610, descubre 4 de la lunas de Júpiter que hasta hoy llevan el nombre de satélites galileanos: Calixto, Ganímedes, Europa e Io; descubre también la naturaleza de la Vía Láctea, cuenta las estrellas de la constelación de Orión, observa y explica las manchas solares y observa los anillos de Saturno y las fases de Venus.

En su obra publicada ese mismo año Sidereus Nuncius (“El Mensajero de las Estrellas”) da a conocer una buena parte de sus observaciones, las que darán origen posteriormente a su reproche a la teoría aristotélica del geocentrismo y su apoyo al heliocentrismo copernicano, lo que derivará en la férrea oposición de sus enemigos, hasta lograr que en 1611 la Inquisición empiece a investigar su vida y obra. Entre 1612 y 1615 defiende en numerosas oportunidades sus teorías y descubrimientos ante los ataques de sus detractores, los cuales van pasando desde el plano intelectual al del estricto dogmatismo religioso. Sus trabajos contribuyeron en gran medida al establecimiento del método científico.

En febrero de 1616 sus proposiciones sobre la teoría copernicana son condenadas por la Inquisición, siendo rechazada por él la propuesta de considerar como equivalentes a los modelos teóricos del geo y del heliocentrismo.

Sintiéndose profundamente afectado por esta situación, recién a partir de 1619 reanuda su producción intelectual, gozando de relativa protección y reconocimiento por parte de los círculos intelectuales y científicos de la época hasta 1632, donde publica su célebre obra “Dialogo” que inmediatamente se constituye en una revolución científica por su apoyo a las teorías copernicanas y producen el escándalo entre los defensores del aristotelismo y del modelo de Ptolomeo; la obra incursiona además –con muchos cuestionamientos actuales- en el campo teológico, motivando la intervención inmediata de la Inquisición y su condena a prisión de por vida (revocada por el Papa Urbano VII, uno de sus protectores) y la total prohibición de su obra.

Desde 1633 a 1638, Galileo permanece confinado en su residencia en Florencia; sus obras –continuación de los Diálogos y Discursos- son editadas clandestinamente y llevadas a Francia y los Países Bajos, siendo fuente consulta de los científicos de la época. A pesar de perder la vista en 1638 continúa trabajando en compañía de sus discípulos en su casa de San Giorgio donde permanece hasta fallecer el 8 de enero de 1642.
Mucho se ha escrito –y seguramente mucho aún queda por descubrir- sobre la vida y obra de Galileo; pero no todo lo conocido tiene verdaderos fundamentos históricos. La famosa frase “Eppur, si muove” (sin embargo se mueve) que le fuera atribuida durante mucho tiempo, realmente no existe constancia histórica alguna que hubiera sido de su autoría. Se le ha adjudicado también integrar ciertas sociedades secretas como los Illuminati (Dan Brown, “Ángeles y Demonios”) sin que tampoco existan pruebas fehacientes al respecto.

Su genio y figura han trascendido la historia de su tiempo, aún habiendo recibido en vida innumerables reconocimientos. Se impuso su nombre como homenaje en: cráteres en la Luna y en Marte, una expedición espacial a Júpiter, un asteroide y al sistema de posicionamiento global europeo.

Han llegado también hasta nuestros días sus escritos y biografías, que contienen algunas de sus frases célebres, llenas de significación filosófica, tales como: "Creo que en la discusión de los problemas naturales, deberíamos comenzar no con las Escrituras, sino con experimentos y demostraciones". "En lo tocante a la ciencia, la autoridad de un millar no es superior al humilde razonamiento de un hombre". "La mayor sabiduría que existe es conocerse a uno mismo". "Todas las verdades son fáciles de entender, una vez descubiertas. El caso es descubrirlas".

Albert Einstein lo reconoció explícitamente como el “Padre de la Ciencia Moderna” y otros científicos como el “Padre de la Astronomía”.

Para los Masones, recordar la figura de Galileo constituye fundamentalmente un homenaje a la Libertad; a la libertad de expresión, a la libertad de pensamiento, a la búsqueda honesta y crítica de la Verdad a través del razonamiento; y un tributo a la Ciencia, motor del Progreso de la humanidad.

1 comentario:

  1. http://mauriciocamposmasoneria.blogspot.com/2010/01/luz-y-verdad-sobre-galileo-galilei.html

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